Era uma vez, num país longínquo do Oriente...
Hace muchos, muchísimos años, en un país de Oriente, un hombre pintó un cerezo.Un cerezo en flor.
El cerezo era tan hermoso que el hombre dijo:
“Sólo falta que aniden aquí los pájaros”.
Y abrió de par en par las ventanas de su casa.
Tibia sopló la brisa.
Y los pájaros entraron y fueron a vivir entre las ramas.
Pasaron los años y el hombre que había pintado el cerezo envejeció, hasta morir.
El tiempo pasó también sobre la seda destiñendo los colores.
Cierto día, los mandarines descubrieron el cerezo y ordenaron restaurarlo.
Con delicados instrumentos, los artesanos de aquel país de Oriente remarcaron las flores y las ramas.
Pero los pájaros ya no se engañaron.
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